martes, 2 de diciembre de 2014

EL 4-D Y GARCÍA CAPARRÓS

  Es un día 4 de diciembre y en Andalucía las calles se llenan de manifestantes. Cuentan las crónicas que son cerca de dos millones de andaluces los que se echan a la calle a reivindicar su libertad y su autonomía. Similares manifestaciones tienen lugar en Galicia el mismo día. Sólo en Málaga el número alcanza los doscientos mil, que recorren las calles del centro de la ciudad de manera pacífica, las banderas blanquiverdes al viento.
   Todo transcurre en un ambiente festivo, sin caer en las provocaciones de la extrema derecha, que pretende reventar los actos. Sin embargo, la manifestación en la capital malagueña no termina en el orden en que comenzó: al dispersarse la multitud hay gritos, carreras, botes de humo, confusión. Un disparo realizado por la Policía Armada alcanza por la espalda a un joven manifestante. Es un chico de apenas 19 años, se llama Manuel José García Caparrós, afiliado a CC.OO., trabajador de una fábrica de cerveza. Sus compañeros cargan con el muchacho y tratan de llevarle al hospital, pero su vida se pierde por el camino.
   Este crimen se produce en el año 1977. Fue éste un año intenso en España. Se habían producido las matanzas de Atocha, las legalizaciones de PCE, CGT, CC.OO y UGT y las primeras elecciones democráticas. Se dividía la sociedad española en una derecha temerosa a los cambios que se estaban produciendo y que procuraba a toda costa mantener sus privilegios, frente a una izquierda activa y luchadora que, sin dejar de respetar el proceso democrático, movilizaba a las masas con sus reivindicaciones. Se habla en las calles andaluzas de Blas Infante, de la discriminación con respecto a otras regiones, de autonomía y sobre todo hay un fervoroso deseo de dejar atrás las oscuras décadas de atraso fascista.
El asesinato –aún impune- de García Caparrós ocurrió hace 37 años. Si aquel disparo cobarde hubiese errado su blanco, Manuel José  podría haber cumplido en la actualidad los 56.
   En perspectiva, el tiempo en el que sus ojos se cerraron no se diferencia tanto del tiempo que nuestros ojos ven ahora. Fuerzas reaccionarias se aferran con sus garras invisibles a sus reservas de poder: sustituyen con urgencia al monarca anciano por el hijo sin cuestionarse siquiera si ese proceso debe ser discutido por el pueblo, un pueblo mediatizado llora la muerte del aristócrata que nunca hizo nada por ellos y que atesoraba sus tierras, las tierras crían pasto ajenas a las manos desocupadas de los obreros, los obreros observan impasibles cómo vuelan sus derechos uno a uno y creen que sólo pueden rezar, rezan los sacerdotes en nuestros parlamentos y nos sermonean sobre lo que debemos creer, y cree el pueblo en lo que le venden los medios del capital sin cuestionarse su veracidad.
   Puede que hoy no se disparen ruidosas balas de plomo como en el 77. Pero en silencio sigue habiendo víctimas. Nos matan silenciosamente al condenarnos a formar parte de los seis millones de su ejército industrial de reserva, al explotarnos bajo salarios infames y condiciones abusivas, al defenestrar a las familias de sus casas, al exprimir nuestros bolsillos para extraer las monedas con las que pagan sus desastres financieros y al alimentar el miedo poniendo cadenas a nuestras reivindicaciones con sus leyes mordaza.
¿Hasta cuándo vamos a esperar para que nuestras calles se vean de nuevo ocupadas por millones de andaluces?
   Los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos.
¡Andalucía, despierta! ¡andaluces levantaos!
                                                   
                                                Nuestra DIGNIDAD
                                                                                sigue en MARCHA
                                                                          

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